Si nos fijamos en lo que nos indican diariamente los medios de comunicación, vemos que actualmente contamos con una tasa de paro histórica, la mayor de los últimos 15 años, según fuentes del Ministerio de Trabajo e Inmigración. Esta realidad, unida a nuestras experiencias personales con la gente que nos rodea, nos hace que, estemos o no sin trabajo, empecemos a tener una sensación de haber tocado fondo en cuanto a la situación laboral.
Pero, ¿hasta qué punto no hay trabajo? Realmente estamos convencidos de que no hay trabajo o quizás lo que no hay es el tipo de trabajo que esperamos tener y que teníamos hasta hace ciertos meses, aquel que nos da comodidad y confort por su flexibilidad de horarios, responsabilidades, tareas, ubicación… y que además, nos aporta una satisfactoria remuneración a final de mes.
Sinceramente, creo que lo que no hay es el tipo de empleo al que estábamos acostumbrados, con buenos salarios y pocas responsabilidades. Ahora la situación cambió, las empresas exigen cada vez más por los mismos (o a veces incluso inferiores) sueldos y todavía no estamos preparados para aceptar este cambio.
Diariamente nos encontramos con gran cantidad de ofertas de trabajo en portales de empleo, con carteles en los escaparates de locales, tiendas y establecimientos varios, y con empresas de selección de personal que siguen teniendo dificultades para cubrir determinados puestos. En ese caso, ¿dónde está el problema? Si hay empleo en la calle, ¿por qué la gente sigue sin trabajo?
En los últimos días he podido vivir muy de cerca varias experiencias que me gustaría compartir. Por un lado, cerca de mi casa, una empresa dedicada a la venta de consumibles y material para oficina llevaba más de 8 meses intentando cubrir el puesto de un administrativo que realizara las tareas de contabilizar el material que les entraba, gestionar facturas, realizar pedidos, etc… El único requisito era cierta experiencia en el sector, ganas de trabajar y compromiso de permanencia. Según me contaba el responsable, desde que puso la oferta apenas le habían llegado unos pocos candidatos, y de todos ellos, ninguno era válido. Unos venían sin el CV, otros antes de conocer la oferta ya ponían sus condiciones horarias y salariales, en fin, un despropósito si tenemos en cuenta que la oferta incluía un sueldo fijo de 1.300€ netos y un contrato estable e indefinido. Al final, después de muchos meses esperando consiguió cubrir el puesto a través de un amigo que le facilitó una persona de confianza para realizar estas tareas.
Por otro lado, he hablado con agencias que se dedican a la contratación de personal eventual para campañas concretas y promociones de algún tipo de producto, y me siguen diciendo que tienen problemas para cubrir estos puestos. El motivo es que la gente prefiere seguir cobrando el paro o no trabajar, antes de coger una oferta de duración determinada. También me cuentan que mucha gente que citan a entrevistas no se presenta, que en el momento de la firma del contrato desaparecen o que justo empezar a trabajar lo dejan porque se han dado cuenta que no les interesa.
Otras de las empresas con las que hablé que están buscando personal, me explican algunas de sus experiencias durante la selección y veo que la tendencia es la misma. Falta de interés y motivación, exigencias para realizar o no determinados horarios, falta de compromiso y seriedad. Además, estas premisas se repiten tanto en gente más joven e inexperta, como en veteranos profesionales que están buscando trabajo.
Creo que ya ha llegado el momento de que todos nos empecemos a plantear que ya es hora de movernos de nuestra zona de confort, para así poder abrirnos a nuevas posibilidades y empezar a ver que realmente sí que hay trabajo, y que a pesar de que la situación no es fácil, si bajamos nuestras exigencias y nos quitamos nuestros prejuicios, podemos realmente conseguir un empleo.
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